Así, las campañas electorales -y la
iniciada esta madrugada es una más-valen de poco. No, no basta con un debate
'cara a cara'
televisivo, solo uno, reglado, tasado, medido y acordado, en el que no cabe
participación del ciudadano ni de los medios. Ni basta con el recorrido del 'bus
electoral', que transporta a un grupo de periodistas, aburridos de escuchar lo
mismo en Zamora, Las Palmas, Santander, Huelva, Zaragoza o Ciudad Real, pongamos
por caso, mientras que los contactos personales con los candidatos quedan
reducidos al mínimo. Ni bastan los 'banners', ni los carteles en las farolas,
ni la retransmisión de los mítines en ediciones rigurosamente controladas por
los partidos. En resumen, en la era de las redes sociales, cuando cientos de
miles de 'indignados' son capaces de salir a las calles de toda España a gritar
su protesta de manera casi espontánea, me parece que estas campañas se han
quedado obsoletas.
No tiene sentido que no haya
verdaderos debates por Internet, ni que los candidatos -todos los candidatos-no
puedan confrontar sus programas abiertamente en los medios públicos y privados.
Y, ya que hablamos de la Red, me parece un nuevo vicio esa apropiación de las
redes sociales, colapsadas por publicidad partidista más o menos encubierta, pero que poco de verdaderamente novedoso aporta.
Y más: en
estos tiempos de Internet, caídas las barreras, no tiene sentido la
prohibición de sondeos electorales unos días antes de la marcha a las urnas,
carece de sentido -lo vamos a ver en esta ocasión de
nuevo- la jornada de reflexión, que cada
vez más se viola impunemente. Creo que una campaña electoral está pensada para
dar a la política la dimensión de espectáculo, de confrontación de ideas, de
espontaneidad, que nos indicará si las soluciones que se pregonan son las
mejores o si deben complementarse con otras. Y en estas campañas, en las que las
televisiones se ven forzadas a dar las imágenes 'oficiales' y los periodistas
apenas pueden hablar distendidamente con los candidatos principales, en las que
los debates se convierten en 'el' semidebate,
son de todo menos espontáneas, imaginativas o espectaculares. Y ello es así
desde la 'tradicional' (¡!) pegada de carteles hasta los mítines de clausura,
allá por el viernes 18.
Muchos hemos seguido las campañas
electorales en otros países. He sentido envidia, en alguno de ellos, cuando he
visto cómo organizan sus elecciones primarias, cómo debaten entre sí los
candidatos del mismo partido sin temor a que nadie les expulse o les relegue,
cómo las listas son abiertas o, al menos, desbloqueadas. O cómo la normativa
electoral no discrimina a los partidos 'menores', obligándolos a necesitar un
número mucho mayor de votos que los 'grandes' para conseguir un escaño. En fin; es lo que tenemos y yo solamente puedo repetir que
ojalá en las próximas elecciones los moldes en los que se enmarca la campaña
sean más participativos, más imaginativos, más... democráticos.
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El blog de Fernando Jáuregui - Cenáculos y mentideros