Tres días ha tardado
Rajoy en
reconocer su error y comparecer -lo hará este miércoles, a mediodía, en
Moncloa-ante los medios para hablar, se supone, de lo que, a su entender,
ha significado la jornada del pasado domingo, 9 de noviembre. No parece que
vaya, en todo caso, a apartarse mucho de lo que ayer dijo la vicepresidenta
Sáenz de Santamaría en el Senado: las decisiones ahora, acerca de si hubo
ilegalidades, cuántas y de quiénes, en la convocatoria del 9-n, corresponden a
la Fiscalía, a la que se pone, de paso, en un brete. El Gobierno está dispuesto
a negociar con
Artur Mas, pero no dará un solo paso para facilitar la marcha de
Cataluña hacia la independencia. Y, por cierto, insistirá Rajoy, votaron el
domingo dos millones doscientos cincuenta mil, y se quedaron en casa cuatro
millones.
Si esta es, en efecto, la
repuesta -tardía--, no llega solamente tarde: es insuficiente. Todo lo que no
sea abrir un proceso de diálogo en el que, sin ceder nada de lo que no se pueda
constitucionalmente ceder, se tiendan manos de acuerdo a la Generalitat, no basta ya. Claro que aún es posible hacerlo,
pese al patente empecinamiento de Artur Mas, que cada día aparece más rehén de
Oriol Junqueras y de Esquerra. Hay fórmulas de entendimiento, incluyendo esa
reforma constitucional de la que hablan el PSOE, otros partidos y no pocos
dentro de un PP alborotado. Pero es preciso ir más
ejos de lo que, da la impresión, están dispuestos a hacerlo Rajoy y el Partido
Popular.
Cierto es que
el presidente sufre los embates de quienes quieren arrastrarle hacia la vía 'dura':
sanciones hasta al mismísimo Artur Mas, hacer que se imponga el imperio de la
ley sin concesiones, resquicios ni flexibilidades. Y hay momentos en los que
hacer que la norma se imponga por encima del sentido común, del realismo
político o del bienestar general, puede ser un grave error. Ya lo decíamos
ayer: alguien va a cometer un error pronto. Y no nos referíamos a Artur Mas,
que vive ya en el error permanente.
Escuchemos atentamente a
Rajoy. Al menos, ha dado marcha atrás en su pertinaz silencio y, antes de irse
a las antípodas, nos habla. Esperemos que, además,
diga algo y nos muestre que ha salido de sus horas bajas.
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Rajoy valorará la consulta tres días después, en medio de las críticas a su 'desaparición' en torno al 9-N- ESPECIAL:
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