Y
seis siglos después, el nacionalismo catalán, representado por sus
políticos y apoyado por los antitaurinos, apuntilló a la Fiesta. La
última corrida, con un gran triunfo de José Tomás, que volvió a erigirse
en sumo sacerdote de esta religión olorosa y flamígera, echó el cierre a
una historia que comenzó oficialmente en 1687 en Barcelona con Juan I
como rey de la Corona de Aragón Eso sí, es justo y necesario destacar
que el encierro de la divisa de El Pilar fue indecoroso e impropio por
su escaso trapío no sólo para esta especial efeméride, sino para un coso
de primera categoría como La Monumental. Tal y como sucedió en el festejo anterior, los tres toreros por la puerta grande y fueron acompañados por los aficionados hasta el hotel.
Al igual que en el festejo del sábado, pero con lleno total y cartel de 'no hay billetes' merced a
José Tomás, hubo muchos gritos de 'libertad' e incluso 'llibertat' desde los tendidos y abundantes pancartas reivindicativas. El clima entre el público fue de serena tristeza, pero muy emotivo, cual corresponde al adiós a los toros en Barcelona y en Cataluña. A la conclusión del paseíllo, la terna, compuesta por elde Galapagar,
Juan Mora y el barcelonés
Serafín Marín, fue obligada a desmonterrarse y saludar junto a sus subalternos de a pie.
Se lidiaron toros de El Pilar, muy mal presentados, noblotes y casi inválidos. Juan Mora apuntó sus detalles de clase, sobre todo con el capote en los de su lote, pero sin llegar a macizar ninguna de sus faenas y fue muy ovacionado. José Tomás, que brindó emotivamente en el platillo su segundo enemiguito -el último de su carrera en 'su' plaza de Barcelona- bordó el toreo al natural frente a su primero, en el que se lució de recibo con 10 verónicas perfectas cargando la suerte desde el tercio al platillo, algo que sólo él es capaz.
Después toreó a la perfección y con máxima pureza al natural, añadiendo molinetes, inspirados adornos y un estoconazo que le valió dos orejas indiscutibles. Menos recorrido tenía su segundo, al que muleteó intentando de nuevo la pureza ahora más sobre la mano derecha. Antes se había lucido también con el percal en un quite de escalofriantes gaoneras, pero ahora marró con la tizona y no hubo trofeos..
Los intentos del local Serafín Marín en su primero no pasaron de la vulgaridad, siendo ovacionado. El matador local mejoró en el sexto, sobre todo en los redondos con que cerró su muleteo antes de una gran estocada: fue benévolamente premiado con dos orejas en cuanto a méritos, pero se entiende porque era el último de la historia en Barcelona y le había hecho frente el último matador catalán... por ahora..
Tras el último toroSerafín Marín se derrumbó, tras
el último toro, como informa José Rafael Palomra. Le habían concedido las dos orejas y tras recogerlas besó la arena y lloró. De rabia. Una multitud se echó al ruedo de la Monumental y cogió
en hombros a los tres toreros, incluso a Juan
Mora, que no había cortado orejas. Dieron varias vueltas al ruedo y
enfilaron la calle Marina, que rodea a la plaza. Allí pudimos ver a Juan Mora izado a hombros por la calle, rumbo hacia el
hotel.
Los
antitaurinos seguían haciendo de las suyas y hubo un conato de enfrentamiento
que paró la policía y los Mossos de Escuadra. "Libertad y toros sí" frente a
los improperios de los que habían seguido enfrente de la plaza toda la tarde. Antes de
la corrida estaba, la plana mayor del PP
repartiendo globos con la efigie del partido. Pero no era el momento quiza más
apropiado.
En el exterior, gritos de "Los toros son cultura, los toros son de
Cataluña". Y la fiesta siguió en los alrededores de la plaza hasta altas
horas de la noche. Especialmente en el bar la Gran Peña, y en otros, atestados de aficionados. Todo muy
emotivo, gente llorando porque le habían quitado su afición de muchos años.
Ahora
se abre el interrogante. Las Unión de Aficionados Catalanes prepara un congreso
para Noviembre. Y a esperar lo que diga
el Tribunal Constitucional, que tardará lo suyo, y las 300.000 firmas, que de
momento no son suficientes para parar la prohibición. El domingo fue duro: emotivo, alegre y doloroso. A algunos nos dejan sin la afición que hemos
mantenido toda una vida en la Monumental.
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