Lo pida Pérez Rubalcaba, o lo pida Griñán: Rajoy no
quiere ningún pacto de Estado con los 'herederos' de Rodríguez Zapatero. En su
memoria está aún candente aquella 'tomadura de pelo' que a él mismo le hicieron
en Moncloa en enero de 2005, cuando, con toda candidez, ofreció al gobierno
socialista cinco pactos de Estado para salir del impasse en el que, según él,
se encontraba España. El Gobierno de entonces le 'engañó', lo que le produjo
serios problemas con el sector más duro del PP. Ahora, Rajoy tiene las riendas
y dice que si quieren, que 'traguen'.
Mariano Rajoy lo ha dejó muy claro este lunes en el
Instituto de la Empresa de la Familia ante decenas de empresarios: no habrá
pacto de Estado con el Partido Socialista. Si
Griñán y
Rubalcaba quieren pactar
ahora, que sea bajo las premisas económicas del Gobierno aprobadas el pasado
viernes por el Consejo de Ministros. Es decir, que traguen con lo que hay y
garanticen al mismo tiempo la paz social, compartiendo, eso sí, el desgaste
político con el Gobierno. Y si no, que se callen.
Esa posición, según fuentes populares, no va a
cambiar, "porque está haciendo lo que España necesita", según insisten
esas mismas fuentes del PP próximas al Gobierno.
Ahora bien, lo que anida en la intrahistoria de esta
posición cerrada,
bunkerizada, de Rajoy es un episodio en el que el hoy presidente
del Gobierno, cuando era jefe de la oposición, fue desairado públicamente por
el equipo de
Rodríguez Zapatero. Esa experiencia negativa, que le costó a Rajoy
ciertas tensiones internas con el sector más duro del PP, ha dejado huella en
el actual presidente. Y ahora que tiene la sartén por el mango dice: que
traguen o que callen, pero no habrá pacto de Estado.
La 'tomadura de pelo' de 2005Los antecedentes para entender la actualidad
política en este sentido hay que buscarlos en enero de 2005. La situación
política era tensa y Zapatero se vio obligado a recibir en la Moncloa a Rajoy,
quien no ocultaba su malestar por las noticias que sobre ETA y otros temas como
la reforma del Estatut catalán le llegaban desde ámbitos policiales y
judiciales próximos al PP. La cita se celebró el 14 de enero de 2005, el día que
Batasuna le envió un 'mensaje' a Zapatero, y el mismo día también que el
presidente del Parlamento vasco,
Juan María Atutxa, presentaba ante el registro
de la Cámara Baja el proyecto de "Estatuto político para Euskadi" o 'Plan
Ibarretxe'.
Ese encuentro
de más de dos horas fue fundamental, porque marcó el punto de inflexión en las
relaciones entre el Ejecutivo socialista y la oposición del PP. La intención de
Rajoy era pactar con el presidente el desarrollo del Estatut catalán, cuya
reforma había arrancado en Cataluña con visos de confrontación política. Rajoy
salió "muy satisfecho" de la entrevista, según declaró a la nube de periodistas
congregados en Moncloa. Había presentado un 'pacto de Estado' de cinco puntos
que, según él, Zapatero le había aceptado: se crearían comisiones bilaterales a
'alto nivel' para debatir las cuestiones pendientes y llegar a consensos.
En
síntesis, Rajoy le propuso a Zapatero una sencilla fórmula para evitar que mediante
leyes que sólo necesitan para su aprobación una mayoría absoluta -la mitad más
uno- se pudiera reformar de una manera sibilina la Constitución, que precisa de
mayorías absolutas reforzadas de dos tercios. La fórmula consistía en pactar
que las grandes reformas legales -empezando por los Estatutos de Autonomía-
necesitaran del aval de dos tercios del Congreso, lo que garantizaba que no
pudieran aprobarse si no era con un consenso total entre las dos grandes
fuerzas nacionales. Así se impedirían, por ejemplo, 'locuras' como las de
Ibarretxe y su 'plan secesionista', o las tensiones que ya se anticipaban con
el Estatut de Cataluña.
Rajoy
salió muy contento de la entrevista, como dijo en rueda de prensa, pero luego compareció
la vicepresidenta Fernández de la Vega, que rebajó de tal manera la
'satisfacción' del líder de la oposición que dejó explícito que de lo dicho no
había nada.
Rajoy se sintió 'engañado'Dirigentes
populares de esa época han reconocido que Rajoy se sintió "engañado por
Zapatero", a quien califican aún hoy de "
trilero". Pero que el 'engaño' del 14
de enero de 2005 fue el peor de todos, porque significó un cambio radical en la
estrategia del PP. Rajoy acudió a Moncloa con la idea de un pacto de Estado,
pero actuando en contra de lo que opinaba la 'vieja guardia
aznarista',
encabezada por
Ángel Acebes y
Eduardo Zaplana, acompañados en sus tesis
frentistas por portavoces claves en materias como Interior -
Ignacio Astarloa-,
Justicia -
José María Michavila y
Federico Trillo- o Economía -
Vicente
Martínez-Pujalte-, que exigían una oposición cerrada, una guerra total.
A
esos críticos vinculados a la FAES de Aznar no los escuchó Rajoy en ese
momento, pero cuando, el 28 de febrero, recibió -a través de una carta de
José
Blanco a Ángel Acebes- la composición de la comisión negociadora socialista
prometida por Zapatero, no pudo menos que rechazarla por "falta de nivel
político" y dio por roto el pacto para consensuar el modelo de Estado.
"Fue
una tomadura de pelo zapaterista", nos dicen aún hoy dirigentes populares, que
tuvo como consecuencia arrojar a Rajoy en manos del ala más dura del PP. Pero
eso era lo que acaso pretendían Zapatero y su asesor
Ignacio Varela,
convencidos de que una radicalización del PP hacia la derecha beneficiaba
electoralmente al PSOE. Y así fue. Pero ha dejado una huella imborrable.
Así que ahora Rajoy no quiere saber nada de lo que
diga el presidente de la Junta de Andalucía y del PSOE,
José Antonio Griñán,
que en aquel momento era consejo de Economía de la Junta y evidente 'delfín' de
Manuel Chaves, y mucho menos lo que diga el siempre poderoso Alfredo Pérez
Rubalcaba, que entonces tenía una enorme fuerza como portavoz del PSOE en el
Congreso: el muñidor de los pactos con otras fuerzas políticas... menos el PP.
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