Al cumplirse el 35 aniversario de la aprobación de la Carta Magna
La presidenta de Andalucía pide en Diariocrítico una reforma de la Constitución para "avanzar en el modelo de país que queremos"
- Pero avisa: "Ni la ruptura, ni la vuelta al pasado son
soluciones para España, ni para ninguna de sus Comunidades Autónomas"
miércoles 04 de diciembre de 2013, 17:39h
Con motivo del 35 aniversario de
la Constitución, que se cumple el 6 de diciembre, la presidenta de la Junta de
Andalucía, Susana Díaz, publica en Diariocrítico un completísimo artículo en el
que pide la reforma de la Carta Magna como "la base para avanzar en el modelo
de país que queremos". La también líder del PSOE andaluz sostiene
que "los peligros que acechan a nuestro modelo de convivencia provienen
lamentablemente de intentos de recentralización y desafíos soberanistas
alentados por una coyuntura socioeconómica tan adversa como la que atravesamos",
pero avisa que "ni la
ruptura, ni la vuelta al pasado son soluciones para España, ni para ninguna de sus
Comunidades Autónomas". Lean seguidamente el artículo íntegro de la
presidenta andaluza en Diariocrítico.
El reto de modernizar España y salir de la crisis
Por Susana Díaz Pacheco, presidenta de la
Junta de Andalucía
Treinta
y cinco años después, el proyecto de país que edificaron los representantes
públicos, brindándonos uno de los mejores ejemplos de política con mayúsculas,
celebra efeméride más cuestionado que nunca. Nuestra Constitución debe seguir
siendo ley de leyes, garante de la solidaridad, la unidad y la igualdad de
todos los españoles y españolas vivan donde vivan.
Y
para ello, dos tercios de la población que no participaron de aquel consenso
deben sentirse ahora incluidos pero, sobre todo, deben reconocerse en la Carta
Magna. De ahí que su reforma no pueda aplazarse.
La crisis ha puesto de manifiesto
algunas de nuestras carencias y ha dejado en evidencia que debemos blindar las
conquistas sociales de los últimos treinta años, para escapar de especuladores
y modelos ideológicos.
Los peligros que acechan a nuestro modelo de convivencia provienen
lamentablemente de intentos de
recentralización y desafíos soberanistas alentados por una coyuntura
socioeconómica tan adversa como la que atravesamos. Ni la ruptura, ni la vuelta al pasado son
soluciones para España, ni para ninguna de sus Comunidades Autónomas.
La
política es la única capacitada para llevar a cabo esta ardua tarea, por eso
apelo a la responsabilidad de los representantes públicos. Responsabilidad para
alcanzar un consenso idéntico al del 78. Pero también responsabilidad porque reformar nuestra Constitución es
la base para avanzar en el modelo de país que queremos.
Una
reforma en clave federal y donde se sientan incluidas todas las generaciones.
No se trata de desvirtuar, sino de avanzar dentro de la evolución lógica de la
democracia.
Partiendo
del modelo territorial vigente, urge una revisión que refuerce nuestro modelo
de convivencia. Una modernización acorde a los tiempos y sin concesiones ni
privilegios. Una reforma que posibilite la actualización del modelo territorial
sobre el principio básico e irrenunciable de la igualdad de todos los españoles
y españolas, sin discriminación, y con reconocimiento de la pluralidad de
España.
Y
una reforma, al fin, para que podamos elevar a la categoría de Derechos
Fundamentales esas conquistas sociales (educación pública y sanidad universal)
que nos han hecho mejores y más iguales, y que hoy día se están viendo
amenazadas con la excusa de la crisis, pero también por el interés ideológico
de imponer un modelo de sociedad clasista e injusto.
Este
es el desafío de nuestro tiempo, que debemos acompasar a esa gran tarea
titánica que nos preocupa y ocupa: salir de la crisis y crear empleo. Nos
jugamos mucho en este envite, pues hablamos de devolver a España un proyecto
vivo y de futuro. Y debemos ser capaces de devolver a la ciudadanía la
esperanza en el mañana, la confianza en un país y la credibilidad a la
política, y por ende, a las instituciones. Debemos estar a la altura porque así
nos lo exigen los ciudadanos.
Estamos en un país capitalizado,
cohesionado, con fortalezas suficientes como para prosperar. Primero habrá
dejar que sea la política quien vuelva a coger las riendas, no la economía ni
los mercados.
Algunos pueden pensar que la reforma de
la Constitución no es urgente, permítanme que discrepe. Mirar para otro lado no
recuperará la deriva soberanista catalana, ni los derechos sociales
arrebatados, ni resolverá la brecha de la desigualdad.
Debemos
abordar una reforma de nuestra Carta Magna con altura de miras. Para evitar que
sean los ciudadanos los que sufran el mayor coste de la crisis, como está
ocurriendo en la actual. Que los ciudadanos no vuelvan a sentirse rehenes de
los mercados o de mayorías absolutas en las que no se reconocen.
No
podemos aplazar la recuperación de los derechos sociales a la mejoría de la
economía. Las heridas infligidas a nuestro modelo social están siendo tan
graves y profundas que su tratamiento no conviene fiarlo a la inercia de los
acontecimientos. Se están poniendo en peligro los pilares que sostienen y
cohesionan nuestro país, los que afectan al mismo corazón de la democracia: el
pueblo.
Confiar
en que Europa nos arrastrará en el camino a la aceleración o que todo se
resolverá por decantación natural es, además de una irresponsabilidad, una
dejación de funciones. Máxime cuando desde Europa se nos exige una y otra vez
más ajustes que vuelven a cargar contra las personas en una nueva imposición de
austeridad.
El
Gobierno andaluz está demostrando que se puede gobernar en la crisis de otra
manera, sin ampliar la brecha social, sin privatizaciones de los servicios
públicos, reorientando los recursos para hacer frente a las auténticas
prioridades, que no pueden ser otras que la creación de empleo y poner a las
personas en el centro de nuestras políticas: manteniendo las prestaciones
sociales fundamentales y poniendo en marcha cuantas iniciativas sean necesarias
para amortiguar la preocupante exclusión social que están padeciendo miles de
familias. En esta coyuntura socioeconómica, el Gobierno andaluz trata de dar
protección social a los más desprotegidos cuando más lo necesitan. Solo así
evitaremos ampliar la brecha de la desigualdad y nos permitirá salir de la
crisis sin dejar a nadie atrás.
Los representantes
públicos tenemos que hacer frente además a otro debate derivado de la crisis:
la creciente desafección ciudadana. En mi reunión con el presidente del Gobierno el pasado
mes de octubre, le propuse liderar un pacto nacional por la regeneración
política. Se trataba de ser impecables en nuestra gestión pública, renovar los
compromisos con la ciudadanía y ampliar los mecanismos de rendición de cuentas
y exigencia de responsabilidades, todo ello bajo una máxima inapelable: la
transparencia.
A la
espera de ese pacto nacional, en Andalucía vamos a introducir medidas para
mejorar la calidad democrática, fomentando la transparencia y el control en las
cuentas públicas y avanzando en cuantas iniciativas entren en nuestras
competencias para restablecer los vínculos con la ciudadanía y recuperar la
credibilidad.
El debate de transparencia incluye también otra
necesidad que precisa de acción política, la reforma fiscal. Es imprescindible
garantizar un marco fiscal estable, tanto en el ingreso como en el gasto
público y que redoblemos esfuerzos en nuestra lucha contra el fraude, tan
perjudicial para todos. Imprescindible, porque somos las administraciones
públicas las que tenemos que convertirnos en ejemplo de gestión del dinero
público, de forma rigurosa y eficiente, para así poder exigir a los ciudadanos
el mismo esfuerzo.
No podemos permitir que los ciudadanos tengan el
convencimiento de que sus impuestos sirven para pagar a los políticos. Los
impuestos de todos son una inversión de ida y vuelta: las infraestructuras que
utiliza, la educación de sus hijos, una atención sanitaria de calidad, por
ejemplo.
El Gobierno central ha anunciado una reforma fiscal
para el año próximo. Desde Andalucía consideramos fundamental que, al
abordarla, cuente con la colaboración de las autonomías. Se trata de una
reforma que ha de clarificar las competencias en los distintos impuestos, que
nos permita avanzar en la corresponsabilidad fiscal, que se apoye en la
progresividad, sin privilegiar a las grandes fortunas, y que sepa distinguir
entre las inversiones que crean empleo de aquellas otras que sólo se dirigen a
la especulación.
Concluyo retornando a lo nuclear. Todos
estos debates están sobre la mesa, y todos se sustentan en un pilar: la
Constitución. Este país necesita renovar el pacto constitucional para que se
garanticen mejor los derechos de los españoles (la salud, la educación, la
asistencia social) y para poder enhebrar un nuevo modelo de convivencia que reconozca
y respete la diversidad de nuestro país, resolviendo las tensiones creadas
desde el respeto a dos principios superiores: igualdad y solidaridad.
Desde Andalucía estamos convencidos de
que podemos desempeñar un papel fundamental a la hora de abordar una reforma
constitucional anclada en la solidaridad y la igualdad de todos los españoles.
Andalucía debe liderar un proceso de reforma del modelo territorial que corrija
ineficiencias, clarifique el reparto competencial, garantice la autonomía
efectiva y la financiación de los servicios públicos, facilite la cooperación
institucional y, todo ello, fruto de un consenso al menos tan amplio como el
que alumbró la Constitución de 1978.
En ese proceso, Andalucía ha de jugar, como lo ha
hecho en otras ocasiones, un papel de fiel de la balanza, de equilibrio, de
integración y de avance. Desde la lealtad pero sin aceptar prebendas ni tratos
discriminatorios.
Si lo conseguimos
entre todos, si logramos perfilar el horizonte de progreso para las próximas
décadas, habremos cumplido con nuestra obligación pero, sobre todo, estaremos
dando esperanza e ilusión a un país que lo necesita y lo merece.