El
PSOE ha reunido este domingo en Madrid a más de 2.000 militantes y
antiguos altos cargos que, pese a su división, se han aunado en torno a
la figura ya mítica de Felipe González. Hasta 41 ex ministros estaban en
primera fila, empezando por Miguel Boyer, así como los principales
dirigentes de la actual ejecutiva y de las anteriores. Ante esa
multitud, González ha hecho dos peticiones explícitas: "Hay que abrir
las listas: no puede ser que la pelea en los partidos sea por el lugar
que se ocupa en las listas" y que si hacen un 'debate de ideas' que
"pongan al menos una sobre la mesa".
Fue
uno -no el único, pero sí uno- de los elementos periodísticos más
destacables de este acto. En un momento determinado, Felipe González
llegó a afirmar de forma taxativa que "hay que abrir las listas
electorales: no puede ser que la pelea en los partidos sea por el lugar
que se ocupa en las listas". Una reflexión sobre la que
Alfredo Pérez
Rubalcaba ni siquiera respondió en un acto con formato de
coloquio-debate entre González y él mismo, moderado por la joven María
González y ante 2.000 asistentes al acto, el acto se convirtió en un
revival del pasado.
Otro
der los elementos destacados de este acto fue al final del mismo,
cuando González hizo una declaración formal sobre el debate que dice el
PSOE que va a abrir para recuperar su mayoría social: González les
recomendó que no lo hagan de puertas para adentro, pero que si optan por
ese modelo y por hacer el tan manido 'debate de ideas', lo mejor es que
sigan este consejo: "Pongan al menos una [idea] sobre la mesa". Todo lo
demás fue un revival del pasado sin apenas proyección futura.
¿30 años de felipismo? Es
verdad que el lema de la convocatoria era ése, "30 años después.
Gracias, Felipe", pero la idea no era tanto oír las batallitas de los
'abuelos cebolleta' como iniciar una mirada hacia el futuro para ganar
esa base social que hoy aparece perdida para el actual Partido
Socialista. Una sorpresa fue la asistencia de Miguel Boyer, tan próximo a
la FAES de Aznar, convirtiendo el acto en un revival de antiguos
líderes, políticas y prestigios perdidos y en un intento de recuperar
una mayoría social en torno a la actual dirección. Unas mayoría difícil
de reconquistar, porque, como reconoció Rubalcaba al final del acto,
"cuando el PP ha tenido que optar entre España o darle un bofetón al
Partido Socialistas, siempre ha optado por los segundo".
Sobre
el futuro, en definitiva, se habló prácticamente al final del coloquio,
pero sobre el pasado, Felipe González llegó a hacer una especie de
autocrítica realmente desconocida en él. Por ejemplo, en un inicio llegó
a decir que la crisis actual no es más importante que la que él mismo
se encontró en 1982; aunque, claro, que lo él intentó es que el coste de
la recuperación no la pagaran los más débiles, como sí está intentando
hacer ahora la derecha del PP y de Mariano Rajoy.
Dentro
de su nivel de autocrítica dijo González que "el primer error que
cometimos fue prometer 800.000 puestos de trabajo, cuando los perdimos
por la reconversión, y los recuperamos hasta 1,2 millones en la segunda
legislatura, pero cuando ya no los prometimos"... Interesante autocrítica,
que llevó aparejada una moraleja: "El empleo no se crea en el papel; el
empleo lo crean los empleadores... y lo que está pasando ahora es que se
está destruyendo el aparato productivo que crea empleo".
Otro
dato de autocrítica: el referéndum sobre la permanencia de la OTAN, el
12 de marzo de 1986: "Sufrí mucho", porque el programa electoral del
PSOE para las elecciones de 1982 "era una consulta sobre la permanencia"
pero no una disposición de voto. "El referéndum de la OTAN nos costó
muchos votos, más votos que la reconversión industrial", reconoció
Felipe, que contó una anécdota: hubo alguno que intentó que la pregunta
fuera "¿Quieren quedarse en la OTAN con su voto en contra?"... risas
generalizadas, claro.
Y
ya al final del acto llegó a decir con total sinceridad: "Le devuelvo
la gratitud a los ciudadanos, que me siguieron votando incluso cuando yo
estaba harto hasta de mí mismo".
Un partido sin vocación de mayoría absoluta Hubo
mucho de recuerdo, claro, para eso era el acto, como cuando Felipe
González explicó que cuando entró por primera vez en el Palacio de La
Moncloa, en diciembre de 1982, hace este domingo 30 años, "tuve un
sentimiento de responsabilidad. Por decirlo de alguna manera: estaba
acojonado".
En
ese punto es donde González dijo que entonces se pensaba que "más del
30 % de voto socialista no puede haber en la sociedad", pero que ya él
tenía entonces la convicción de que podía existir un proyecto
ilusionante que aglutinara un amplísimo espectro de la sociedad, como
así fue en las elecciones del 28 de octubre de 1982. El problema, ahora,
es que "el Partido Socialista ha perdido la vocación de mayoría
absoluta y tiene que recuperarla con espíritu de consenso", dijo antes
de pasar a reconocer que hoy tenemos una preocupante crisis de
territorialidad en el Estado, fundamentalmente por lo que ha pasado en
Cataluña, como no es menos preocupante la actual pérdida de los
fundamentos del bienestar social.
El
formato fue un debate entre González y Pérez Rubalcaba en el que debían
hab lar "de lo que éramos de lo que somos y de lo que queremos ser",
como explicó la secretaria de Participación, María González, al inicio
del acto. Los temas en programa eran la consolidación de la democracia,
el desarrollo de la Constitución y la estructura del Estado, la entrada
UE, la crisis económica y la construcción Estado del bienestar... pero las
cosas no salen siempre como se piensan.
Rubalcaba quiere un proyecto de "radicalismo reformista" En
ese punto, González incidió en que para lograr la confianza de la
mayoría es necesario que un líder político sea capaz de ofrecer un
proyecto creíble para la mayoría. Y ahí Rubalcaba replicó que para
reclamar apoyo mayoritario a los ciudadanos tiene que construirse un
proyecto que dé respuesta a las preocupaciones mayoritarias.
Para
eso, dijo Rubalcaba, el PSOE debe hacer algo parecido a lo que hizo en
1982: no hacer un programa electoral más, sino dar hacer un proyecto con
profundidad, "algo que la derecha no tiene", así como "avanzar en el
radicalismo reformista como hicimos entonces", para hacer una "revisión
profunda y un proyecto de país".
Para
Rubalcaba, está claro que en la crisis actual han reaparecido problemas
que hubo que resolver hace 30 años: el problema territorial, la crisis
económica o el Estado del bienestar que entonces se construyó y ahora
debe mantenerse. Aunque recordó, como pulla a González, que en su primer
gobierno "no había ninguna chica, ninguna, y lo más importante es que
no se dijo nada".
En
un momento determinado, Rubalcaba le dio la palabra a
Rodríguez
Zapatero, sentado en primera fila al lado de
Alfonso Guerra: no hubo
sorpresa, porque estaba en el guión. "Éste es un acto justo y
necesario", empezó a decir Zapatero desde su silla en primera fila,
reivindicando la tarea de Felipe no tanto desde el Gobierno a partir de
1982, sino antes de esa fecha; tarea que llevó a la victoria del 28 de
octubre de aquel año. "Un país y un partido que se precie a sí mismo
tiene que recordar los grandes momentos y el 82 fue un gran momento".
Rodríguez
Zapatero había entrado en el auditorio acompañando a su antecesor y a
su sucesor, pero después se sentó en primera fila porque el debate
estaba limitado a González y Rubalcaba.
Muchos asistentes y algunas ausenciasEntre
los 41 ministros que acudieron estaban
Carlos Solchaga,
Miguel Boyer,
Rosa Conde,
José Barrionuevo,
Javier Solana y el ex vicepresidente y ex
número dos del PSOE Alfonso Guerra. En primera fila, entre los miembros
del primer Gobierno de González, los organizadores dejaron una butaca
vacía para el que fuera ministro de Sanidad asesinado por ETA,
Ernest
Lluch, al que los asistentes homenajearon en pie nada más iniciarse el
acto.
También
hubo ausencias, aunque 'anunciadas': las más significativas fueron las
del ex vicepresidente económico
Pedro Solbes y el ex ministro, ex
secretario general socialista y actual comisario europeo
Joaquín
Almunia. Ausencias significativas porque ambos fueron también ministros
con Felipe González, y Solbes lo fue igualmente con Rodríguez Zapatero.
Esas
ausencias no deslegitimaron ni mucho menos el 'cierre de filas' que los
socialistas hicieron en torno, al menos, a la figura de González: hasta
la ex ministra
Carme Chacón y el diputado
Francesc Vallés acudieron en
representación del siempre díscolo PSC. Es verdad que en el acto no
estuvo el primer secretario de los socialistas catalanes,
Pere Navarro,
pero la convocatoria si estuvo secundada por la inmensa mayoría de
miembros de la actual dirección y de las pasadas Ejecutivas.
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