En El Enano, novela del Nobel
Pär Lagerkvist, el bufón del rey goza de unos privilegios asombrosos en comparación con cualquier otro habitante de la corte. Estos privilegios le encumbran, le alejan de la humanidad y le convierten en un ser repulsivo y odioso al que nada bueno desea nadie. Resulta una buena metáfora de lo que la mayoría de ciudadanos piensan de nuestros casi 4.000 políticos con representación y poltrona y es que democracia y privilegios casan mal en cualquier cabeza sensata.
Hay dos ventajas de la casta que siempre me han molestado: el régimen especial de tributación y el aforamiento.
Puede que en tiempos de ignominia fuera necesario proteger a estos pobres niños ricos, pero hoy escapa a cualquier comprensión que nuestros políticos conserven privilegios medievales.
Que estos personajes tengan un statu quo diferente y mejor que el del resto de españolitos, mira tú, toca bastante los pinreles. ¿Por qué nosotros tenemos que cotizar 35 ó 39 años para alcanzar la pensión máxima y ellos, pobres, solamente siete? ¿Por qué tú, yo, la vecina del cuarto y don Abundio el del bar somos detenidos, denunciados y procesados tan pronto como las autoridades tienen noticia o indicio de que hemos cometido un delito mientras que un político, politiquillo o politicastro casi nunca acaba frente al juez y a lo más que se expone es a esa majadería que Soraya Saéz de Santamaría bautizó como pena de telediario?
--¡Es que son aforados!
O sea, que les ampara el fuero. Pues precisamente, amigo: no es por el huevo que me quejo, es por el fuero. Estos hombres, mujeres y
Nacho Uriarte suelen salir impunes de sus delitos o bien porque no se concede el suplicatorio -que manda huevos el nombrecito: tener que suplicar para que un delincuente se siente ante el juez, perdonadme el mal juego de palabras, pero tiene delito- desde el Parlamento o bien porque incluso habiendo siendo condenados, sus señorías mantienen su escaño, su acta y su cara de cemento armado.
Nuestros representantes políticos nos bajan el sueldo -bueno, a los funcionarios y a los pensionistas-, nos suben los impuestos, nos reducen la prestación del paro y son incapaces de embridar el panorama económico. Sin embargo, tienen el cuajo de incrementar la partida presupuestaria de los PGE 2011 referente a sus salarios y gastos de representación. Puede que se trate del chocolate del loro -peaso 'e loro, dicho sea de paso-, pero cuando tienes móvil, ordenata, viajes en primera, periódicos y personal assistant gratis, el choco del loro se convierte en una delicatessen de lujo inaceptable para quienes les pagamos el sueldo y no vemos claro cómo podemos despedirles. (¿Para cuándo listas abiertas?)
Ahora Mariano Rajoy se apunta a eliminar el privilegio de sus señorías referente al régimen especial. A pesar de que no hace ni tres meses que él y su grupo -junto con el PSOE: para esto sí se ponen de acuerdo- votaron en el parlamento contra la reforma de este apartado, bienvenido a la sensatez, don Mariano.
Madame LaFucsia -Dª UPyD- eligió hace tiempo el camino de "haciendo amigos" para poder salir en prensa y parecer que tiene 10 diputados a pesar de no tener más que uno: yo-me-mi-conmigo. No era lo que defendía hasta hace poco -por algo sería que no abandonó el PSOE hasta haber amarrado bien amarradita la pensión vitalicia de eurodiputada-, pero igualmente bienvenida al club: los contribuyentes estamos hartitos de que nuestros representantes nos expolien mientras nos representan. Aunque tengan pensión asegurada, pa' los restos y no renuncien a ella.
En fin, esperemos que a esta posible reforma del régimen especial siga su desaparición total y alguien -así sea Mme. LaFucsia- empiece a dar la matraca con el inaceptable privilegio del aforamiento. Con un poco de suerte veremos a Fabras y demás corruptos ante un juez en tiempo, manera y sin prescripciones berlusconianas. Amén.
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