Es ya un clásico de nuestro periodismo parlamentario, un tópico que se repite desde los primeros años de la transición: cuando se desarrolla algún debate importante en el Congreso siempre viene la encuesta
rápida_típico_tópico sobre '¿quién ganó?, ¿quién perdió?'. Y, claro, según a quien se pregunte, el Norte de la encuesta marca en una dirección o marca en otra. Pero no tiene mayor credibilidad que la de un juego de mesa cualquiera. Una mera ilusión, o un divertimento en el mejor de los casos.
Porque la cuestión es que
Zapatero y
Rajoy se han vuelto a enfrentar en un debate considerado por muchos como decisivo, pero no lo era tanto. Es más, es que era muy previsible su desarrollo y su resultado. Los datos concretos son: Zapatero iría de bueno, tendiendo la mano ofreciendo un 'acuerdo' -el presidente no habló en ningún momento de 'pacto de Estado' y lo curioso es que nadie lo destacara-. Rajoy iría de malo, golpeando con guante de boxeo el rostro apacible del
buenismo Zapatero y reclamando una nueva versión del
váyase, señor González que causó tanta gracia en los tiempos del aspirante
Aznar.
Era el guión previsible, y fue la película que se rodó en un hemiciclo cada vez más terrorífico, porque miedo da oír a sus señorías, los unos y los otros.
Pese a lo que digan las encuestas de los medios afines a la calle Ferraz, o al Palacio de La Moncloa, que tanto monta, no ganó Zapatero. El presidente ha perdido su encanto, ése que dicen algunos que alguna vez tuvo, y es muy difícil 'reenganchar' a nadie cuando la situación es tan desesperada para muchos, muchos, y las soluciones que se les plantean son tan impropias. El catalanista
Ridao lo ha retratado a la perfección: lo suyo es
bonapartista -¿o será
Bonopartista?-, lo que no ha gustado nada al presidente. En cualquier caso, ZP ha perdido la credibilidad y sus palabras suenan huecas, a juegos
maxilares, es decir, compuestas sólo de aire, como ese viento que recorre la tierra y es su único dueño (
Zapatero dixit).
Pero lo peor es que, pese a lo que digan las encuestas de los medios afines a la calle Génova, tampoco ganó Rajoy. El
aspirante a presidenciable -digo bien, y ellos saben por qué- no ha ganado en encanto y ha sido tan previsible como él sabe muy bien que es. No ha propuesto una alternativa de Gobierno, no -tampoco tenía por qué hacerlo, creo yo, pero era lo que han vendido sus
adláteres y
correveidiles en estos días- y ha quedado, como siempre, en
mister no. Es decir, que lo ha dejado a huevo para que la
Pajín nos atormente este lunes otra vez con ese
runruncillo sobre que 'Rajoy no quiere arrimar el hombro'.
Dice el equipo económico
pepero -
Montoro, Báñez, Nadal, Arias Cañete y hasta la portavoz, Sáenz de Santamaría- dicen que el PP no puede permitir ni permitirse firmar un cheque en blanco -o
blando- a la política económica descarriada del descarriado ZP. Es decir, que lo que pretende Zapatero es corresponsabilizar al PP, en genérico, y a Rajoy en particular en un desastre económico del que los populares ni tienen culpa ni tienen por qué pagarlo, electoralmente hablando. Vamos, que Zapatero se quiere
blindar ante la opinión pública más que los directivos de los bancos lo hacen con sus sueldos. Pero no han sabido explicarlo y Rajoy ha quedado como el hombre que golpea la mano que se le tiende.
Así que, ¿ha ganado Zapatero? ¿Lo ha hecho Rajoy? No. Hemos perdido todos.