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La clave: reducir el gasto público

sábado 26 de septiembre de 2009, 17:43h

La vicepresidenta primera, Fernández de la Vega, y la vicepresidenta de Economía y Hacienda, Elena Salgado, estuvieron sueltas y animosas en la rueda de Prensa para presentar el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2010. La dura jurista de mano de hierro y la siempre amable y sonriente ingeniera hacen una buena combinación, quizá la mejor imagen que puede ofrecer el gobierno de Rodríguez Zapatero en estos tiempos de tribulación. Las dos saben mantener la sonrisa, las dos son frías, cerebrales y de mucho carácter, y las dos saben distribuirse bien el juego en pareja.

Fernández de la Vega se limitó a sonreír incluso con cierta picardía cuando, antes de la rueda de Prensa, alguien le recordó que, desde hace muchos años, los Consejos de Ministros, cuando se tratan los Presupuestos Generales, han sido monográficos, lo que acentúa lo chocante de la rara combinación de tan frío y sustancial tema numérico con el tan emocional y poco racional asunto del aborto. En la rueda de Prensa despachó las preguntas sobre el tema del aborto con eficaces frases conceptuales y eludiendo entrar en detalles.

Como es natural, Elena Salgado lo tuvo más difícil, porque su tema no se presta a generalidades ni evanescencias. Fernández de la Vega iba repartiendo juego a los periodistas, es preciso reconocer que sin preferencias ni obstáculos para nadie, y Elena Salgado aplicaba al áspero tema presupuestario la eficacia adicional de sus invariables buenas formas y su sonrisa siempre cordial para todos. No lo tenía fácil, porque los Presupuestos Generales para 2010 están sin duda muy pensados e incluso bien concebidos, pero los números resultan algo más que difíciles de cuadrar en cuanto se echa mano a la calculadora, y sobre todo a los conceptos reflejados en los números de la calculadora.

Conocedora Elena Salgado -y lo admitió tácitamente por el método de que quien calla, otorga, a pregunta de este informador- de que no hay ni un solo ejemplo, en prácticamente toda la historia económica del último siglo, en el que, en medio de una recesión, una subida de impuestos haya logrado reducir el déficit y aumentar los ingresos sin reducir el gasto público, fue ágil de reflejos para trasladar el acento a este punto, de modo que lo primero que se destaca en la nota de Prensa del Ministerio de Economía y Hacienda es precisamente que “el esfuerzo de contención del gasto no tiene precedentes y se reduce el gasto público en un 3,9% en términos homogéneos”.

Habría que recordar aquello de excusatio non pedita, confesatio manifesta, pero en fin, bueno es comprobar que la máxima responsable de la cosa económica, aunque tenga que atenerse a las orientaciones y consignas del jefe, esto es, de Rodríguez Zapatero, sabe dónde le aprieta el zapato y por dónde pueden venir los tiros. Así que aceptó sin pestañear y por la vía de no negar la mayor, que en estos Presupuestos Generales para 2010 la clave del arco, o la piedra maestra, como quiera decirse, y por la que serán evaluados en su momento, es que efectivamente consigan esa reducción del gasto público por la vía de un esfuerzo adicional de su contención.

Por lo demás, y como subrayan las crónicas informativas de este periódico, el Gobierno se atiene, y por tanto mantiene, al cuadro macroeconómico para 2010 que presentó en julio pasado y que tan criticado ha sido no sólo en ámbitos académico o por los economistas de la oposición, sino incluso por relevantes economistas muy cercanos al PSOE, aunque quizá algo menos a Rodríguez Zapatero. El déficit del 5,4% del PIB se basa en ingresos de casi 122 mil millones de euros y gastos de apenas 185 mil millones, gracias a la reducción señalada. La deuda pública no llegará en 2010 al 50% y más confuso es el espinoso tema de la previsión del paro, que se quedaría el año próximo por debajo del 19% en vez del 20% que anticipan los expertos independientes y que la propia Elena Salgado admite como hipótesis de trabajo sólo fuera de micrófonos, en natural coherencia con el importante incremento de las transferencias del Estado para el INEM.

Quizá sea que la vicepresidenta económica mantiene íntimamente la esperanza -de momento, debemos pensar que más el deseo que la esperanza– de que España inicie la salida de crisis no a mediados de 2011, como estiman los expertos optimistas, ni mucho menos a principios de 2012, como pronostican otros menos optimistas, sino ya mismo, incluso a mediados de este próximo año. Soñar es bonito y seguro que todos, incluso sus adversarios políticos más radicales, desearían algo tan improbable como que se cumpliera este sueño de Elena Salgado. 

De momento, será obligado seguir puntualmente ese enorme esfuerzo de reducción del gasto público, nada menos que el 3,9% en términos homogéneos, con el que el Gobierno intenta manejar el cuadro macroeconómico. Muchos expertos, no sólo de los partidos de la oposición, creen más probable que no lo consiga o que no lo consiga en términos suficientemente estables y equilibrados. Si este mal pronóstico se cumpliera, no habría reducción del déficit, los números se descuadrarían por todas partes y la salida de la crisis estaría más lejos. Así que lo deseable es que lo consiga, pero ¿permitirán los raros entramados de la política que, al menos en economía, se pueda hacer posible lo que es deseable? En pocos meses lo sabremos.
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