J. Catalán Deus
La Iglesia Católica española, amparada por el Papa Benedicto XVI, considera que ha llegado el momento de defender el modelo católico patentado secularmente "amenazado" por las leyes laicas de Zapatero
Con las uvas compradas en La Moncloa, y al señor presidente del Gobierno creciéndole los enanos bajo la sonrisa congelada, la iglesia española demostró al terminar 2007 con su celebración multitudinaria de Madrid en favor de la familia tradicional que está prácticamente unida y a las órdenes del Papa, que los nuevos movimientos eclesiales, -como el Camino Neocatecumental-, y socialcristianos, -como el Foro Español de la Familia-, tienen la mayor capacidad de convocatoria en este país, y que si pensaba José Luis Rodríguez Zapatero que con las sonrisas de su vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, y las untuosidades del embajador ante la Santa Sede, el gallego Francisco Vázquez, iba a camuflar ante la mejor diplomacia del mundo una legislatura de fortísimo avance laicista (por no llamarlo anticlerical), estaba en el mayor de los errores.
En los últimos meses, el Vaticano ha ido concretando los llamados 'puntos innegociables' del papado de Joseph Ratzinger en una única y sonora consigna: familia, familia y familia. En ello está en perfecta sintonía con las conferencias episcopales italiana y española que aseguran, la primera, una sólida retaguardia, y la segunda, una valiente vanguardia en el terreno más erizado actualmente del continente europeo. Los preparativos del acto del 30 de diciembre de 2007 en la madrileña Plaza de Colón pasaron totalmente inadvertidos a la legión de comentaristas intrigantes que pulula en los medios, a tanto 'spin doctor' que arropa a ministros y portavoces. Este es un país donde cada vez más el ruido impide oír lo que ocurre. Y la convicción del cardenal Rouco Varela -con el apoyo de 'kikos' y la aún non nata 'coalición cristiana'- ha sonado más que un aldabonazo; ha tirado la puerta abajo.
La iglesia española, con su presidente Ricardo Blázquez a la cabeza (no se olvide), concreta todas sus discrepancias en una consigna movilizadora: la defensa de la familia. Aquí entra casi todo lo que los sucesivos gobiernos de la Transición han hecho en materias como, pero que ha impulsado mucho la Administración Zapatero, haciendo de ello cuestión fundamental de su programa: el matrimonio homosexual, el divorcio automático, el aborto, el uso de embriones humanos, la eutanasia... El vertiginoso
cambio social que algunas de estas cuestiones motivan comienza a asustar hasta a sus impulsores.
La Iglesia española y el Papa de Roma han dicho ¡Basta! y han considerado que es el momento justo de defender el modelo católico patentado secularmente: parejas estables de hombre y mujer, paternidad y maternidad responsables, educación en los valores tradicionales, reforzamiento de vínculos familiares ante la disgregación global, protección de enfermos y ancianos, respeto de fetos y moribundos.
El Gobierno de Zapatero ha sido cogido de improviso pensando que el acuerdo de financiación callaría las bocas episcopales, haría olvidar la aprobación del matrimonio homosexual a las 48 horas de ser elegido.
Benedicto XVI, la introducción de la Educación para la Ciudadanía, que convierte una buena idea en una politizada chapuza, el ‘divorcio express’, las amenazas permanentes de mandamases y corifeos de izquierdas a la educación subvencionada y a los acuerdos de Estado vigentes. En el entorno del presidente Zapatero se culpa a la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega y su 'mano blanda'.
Los amigos del Gobierno aconsejan utilizar el momento para lanzarse claramente por la pendiente anticlerical, no se sabe si para que gane las elecciones o para que se estrelle estrepitosamente.
La respuesta del PSOE no ha podido ser más caótica, y las pataletas contra el PP y los tres mosqueteros-cardenales, muy mal dirigidas y peor expresadas. El daño electoral que el concepto de 'familia tradicional' pueda causar en estos dos meses en la base electoral del PSOE no parece que pueda ser decisivo. Quitará votantes indecisos, pero podría aportar votantes radicales.
El PP ha actuado con cabeza y se mantiene centrado en los aspectos políticos y económicos. Lo que de repente ha surgido -quizás sea un espejismo mediático más- es la posibilidad bien real de que Zapatero pierda las elecciones sin necesidad de un hipotético y desgraciado susto, como los 11-M, GAL, 23-F, síndrome tóxico atribuido al aceite de colza, y otros 'accidentes' que en España ha decidido los vuelcos electorales.
Reportaje cedido por la revista Más+
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